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Marco, un joven cristiano del valle de Sabinia, caminaba por un sendero cuando encontró a un anciano sentado junto a un manantial cristalino. Se acercó y preguntó:
—Señor, ¿de dónde viene esta agua?
El anciano respondió:
—Este manantial es el origen del riachuelo del valle. Beber de él sacia no solo el cuerpo, sino también el espíritu.
Marco bebió y sintió un alivio inmediato. Mientras lo hacía, recordó las misas, las celebraciones y los actos piadosos de su comunidad. Comprendió entonces que este era el verdadero manantial, porque solo allí donde la vida cristiana se vive con fe, el agua representa la gracia de Dios.
—Ahora entiendo —dijo Marco—. Esta agua no es como cualquier otra; es un regalo de Dios para quienes viven según Su voluntad.
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El anciano asintió y agregó:
—Quien bebe con humildad y respeto fortalece su alma y camina hacia la vida eterna.
Marco se alejó, llevando consigo no solo agua, sino la certeza de que la verdadera gracia se encuentra donde se sigue la fe y la vida católica.
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