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Amados hermanos:
Hoy debemos alzar la voz contra un engaño moderno que muchos presentan con apariencia de bien: la llamada “cirugía psíquica”. Se dice que hombres o mujeres, sin medicina, sin ciencia, introducen sus manos en el cuerpo y extraen enfermedades o tumores. Pero lo que parecen milagros, no son más que artificios de espíritus engañadores.
La historia de la Iglesia y de los pueblos da testimonio de esto desde tiempos antiguos:
Simón el Mago, en tiempos de los Apóstoles, asombraba a las gentes con sus señales, pero San Pedro le reprendió porque su poder no era de Dios, sino de pactos oscuros.
En la Grecia antigua, se conocieron brujos que invocaban espíritus para fingir sanaciones.
En la Edad Media, hubo quienes ofrecían sanar bultos y llagas, pero solo era un alivio pasajero seguido de males mayores.
En Francia, se cuenta del pastor Guillermo Lurano, que imponía las manos y parecía quitar dolores, pero luego los enfermos quedaban atados a la opresión del demonio.
En América Latina, los misioneros narraron cómo algunos brujos prometían curar tumores invocando espíritus, pero más tarde los males volvían con mayor fuerza.
El patrón siempre es el mismo:
sí hay un alivio aparente, pero no viene de Dios. Son trampas del demonio, que da una curación
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momentánea para después atrapar el alma del hombre.
La Santa Madre Iglesia enseña que solo Cristo es el verdadero Médico de las almas y de los cuerpos. Las falsas curaciones no llevan a la vida, sino a la perdición.
Hermanos, no os dejéis seducir. Si estáis enfermos, buscad los medios lícitos que la Providencia nos da: la medicina, los sacramentos, la oración y la intercesión de la Virgen María y de los santos.
El demonio ofrece alivio con una mano, pero con la otra roba la salvación eterna. Cristo, en cambio, da la vida verdadera: “Yo he venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia”.
No busquéis la salud en manos de falsos sanadores. Buscadla en Aquel que sanó a los ciegos, a los leprosos y a los paralíticos, no con engaños, sino con poder divino: nuestro Señor Jesucristo.
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